María Reiche: Una matemática enamorada del desierto

Foto: María Reiche, en pleno trabajo de campo en sus adoradas Líneas de Nazca. EL INFORMADOR / P- Fernández.

Por Pedro Fernández Somellera

La maravillosa historia de una mujer quien está unida de forma profunda a tradiciones que se niegan a ser olvidada ante la ola de la modernidad

GUADALAJARA, JALISCO (07/JUN/2015).- María Reiche (Raije), comentando sobre las misteriosas líneas que había estudiado (vivido, gozado y sufrido) en las desérticas planicies del Perú, aseveraba que… “Sería tener una opinión muy baja de los antepasados, suponer que todo este trabajo inmenso y minuciosamente exacto y detallado realizado con concienzuda perfección, tenía como única finalidad el servicio de una superstición primitiva o un culto estéril de los antepasados. Al contrario, aquí tenemos el testimonio en gran escala, y único en el mundo, del despertar de las ciencias exactas de la humanidad; es un verdadero y gigantesco esfuerzo de las mentes primitivas, reflejado en la grandeza de su ejecución, bajo el extenso cielo de las inmensas pampas barridas por el viento y quemadas por el sol”.

Ahí, en medio del desierto más árido del mundo, entre los impresionantes pedregales de las llanuras sudamericanas llamadas pampas, aparecieron ante los azorados ojos de María Reiche, unas larguísimas líneas trazadas con impresionante precisión que se perdían en las vastas llanuras desérticas achicharradas por el sol.

Un poco más allá, casi en el horizonte, aguzando su vista y con un poco de imaginación, observó que algunos de los dibujos se curveaban elegantemente para dibujar con delicadeza formas: de aves, de ballenas, de monos, de garzas, colibríes, ranas y lagartijas; figuras humanas de grandes ojos -algunos de ellos con antenas, pelambres o tocados estrafalarios- que, dado lo enorme de su tamaño… ¡solo podían ser observados desde el aire!

¿Desde el aire?... ¿desde el aire?... ¿desde el aire hace más de tres mil años?... ¿habría alguien en aquellos tiempos que pudiera, ya no digo volar, sino tan solo despegarse unos pocos de centímetros de la tierra?...

Entonces… Si las enormes y precisas figuras no podían ser apreciadas desde la tierra… ¿para que las hicieron si ellos mismos no las podían mirar?...

Además… ¿cómo fue que pudieron hacerlas con tanta perfección?… ¿y con que objeto?... ¿serían ofrendas para los dioses?... ¿qué clase de dioses?... ¿serían señales para los extraterrestres?... ¿pistas de aterrizaje para seres de otros mundos?... o bien ¿podrían haber sido caminos de peregrinación en ceremonias ancestrales?... ¿señalamientos territoriales y marcaciones de acuíferos o de lugares sacrosantos?... Nadie sabe ni quien, cómo, ni por qué, ni para que fueron hechas. Y sobre todo… ¿por qué en esas terribles arideces del desierto?… Ya podrán imaginar el esfuerzo físico que significa trabajar a pleno solazo moviendo piedras de un lado para otro para hacer unos dibujos que nadie podía observar… ¿Nadie?
Es uno de los mayores enigmas arqueológicos del mundo que hasta ahora nadie ha podido explicar…

Esta incógnita, quizá fue lo que cautivó a María para dedicar su vida a estudiarlos, cuidarlos y defenderlos del destructivo “progreso”. Para su pena y dolor, la Carretera Panamericana, vino a cruzar el territorio entero estropeando algunos de los dibujos. Sin embargo, para evitar las dañinas incursiones del turismo pasajero, María pudo lograr que se construyera una torre de observación al lado de la carretera para que, desde una relativa altura los curiosos pudieran observar las figuras de “las manos” y “el árbol” dibujadas en la desértica planicie.

María Reiche, aquella jovencita universitaria y matemática que había venido a trabajar como institutriz para una familia de alemanes afincados en Perú, tomó con tanta pasión las inquietudes que el doctor Paul Kosok le había revelado, que decidió dedicar su vida entera al estudio de aquellos geoglifos (geos-tierra: glifos-figuras) que consideraba que eran las páginas de un enorme libro escrito de un extraño modo.

Bajo el pensamiento de… “No sé que significan, pero si sé que significan algo” la vida de María giró alrededor de aquel desierto rayoneado.

Un destartalado Vocho. Un cuartito con una camita arrinconada frente a una mesa retacada de papeles con dibujos, en una pequeña casita del desolado pueblo de Nazca en medio del desierto, fueron el motivo y el por qué de la admirable vida de esta mujer apasionada.

Una espina que se clavó en su dedo, lo hizo con tal saña que lo tuvieron que amputar. Quizás esta espina fue el alfiler que la retuvo en estas tierras ancestrales. Un día en que, al observar sus fotos y dibujos cayó en cuenta de que la figura de “el mono” tenía -igual que ella- solo cuatro dedos en la mano, entonces, graciosamente asumió que sus propias raíces también habían sido de estas tierras:

María vivió y murió, en y para, las líneas Nazca.

Actualmente ella sigue viviendo en su límpida tumba de mármol travertino al lado de su estudio; resguardada por su maltrecha combi, y por sus envejecidos planos que todavía siguen siendo estudiados en su pequeña casa y estudio del pequeño pueblito de Nazca.

Dejé una pequeña ofrenda sobre la lápida de esa admirable mujer que valientemente pudo ser lo que siempre quiso ser.

Fonte: http://www.informador.com.mx/suplementos/2015/596378/6/maria-reiche-una-matematica-enamorada-del-desierto.htm (08/06/2015)

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