Tenochtitlan es aún una ciudad por desentrañar (PARTE 02)

FOTO: Exploraciones en lo que pudo ser un calmecac o escuela para hijos de la nobleza.

Por: SABINA ROSAS Y 
J. FRANCISCO DE ANDA-CORRAL

El año pasado, en ese mismo predio, y con Lorena Vázquez como jefa de campo, Barrera descubrió a sólo 6.45 metros de distancia del templo de Ehécatl “una plataforma de 9 metros de ancho por 1.95 m de altura con escalinatas, construida posiblemente en dos momentos distintos; en la parte superior se observan restos de banquetas y un piso de estuco con orificios donde se presume hubo postes de madera”.

Barrera piensa que se trata de un teotlachco o un juego de pelota de los dioses, mencionado por fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España, aunque —advierte Barrera— “aún falta excavar más, para confirmar o refutar esta hipótesis”.

Un hallazgo más, en el 2011, se registró al realizar el nuevo acceso subterráneo a la zona arqueológica del Templo Mayor, bajo la plaza Manuel Gamio, a escasos metros de donde el arqueólogo Leonardo López Luján desenterró en el 2006 el monolito de la diosa de la tierra, Tlaltecuhtli, se trata de un cuauhxicalco, o uno de los cinco a los que se refieren las fuentes antiguas, edificio que servía para llevar a cabo las exequias de los gobernantes o tlatoanis tenochcas.

Es una edificación prehispánica de aproximadamente 16 metros de diámetro y 1.5 de altura, hallada a 5 metros de profundidad, y corresponde a la etapa constructiva IV A del Templo Mayor (1440 -1469 d.C.), relativa al gobierno de Moctezuma I.

Raúl Barrera describe la pieza como una “plataforma circular conformada de piedras de tezontle, unidas con lodo, y recubiertas de estuco, y exhibe esculturas de cabezas de serpiente empotradas alrededor, a manera de clavos arquitectónicos” y abunda que se ubica exactamente frente al adoratorio dedicado a Huitzilopochtli en el Templo Mayor.

Junto al cuauhxicalco también se encontró un arriate en piedra y estuco y dentro de él un tronco de encino que sobrevivió al paso de los años y que resulta ser unos de los árboles sagrados que cita Bernardino de Sahagún. Allí mismo, el equipo de Barrera descubrió un piso de sillares de tezontle y andesita, algunos de ellos con altorrelieves que representan figuras asociadas al nacimiento de Huitzilopochtli.

Barrera explica que “la trascendencia de estos hallazgos consiste en que, poco a poco, el dato arqueológico va confirmando o corrigiendo la documentación histórica sobre lo que fue el recinto sagrado de México-Tenochtitlan, el cual se extendía por aproximadamente un cuadrángulo de 500 metros”.

Por ejemplo, cita el Códice Matritense, en el cual está representado el Templo Mayor —el principal edificio para los mexicas—, y frente a éste una plataforma circular con un sacerdote sahumando en la parte superior; y recuerda que según las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, un sacerdote bajaba desde el adoratorio con una xiuhcoatl (serpiente de fuego) o víbora de papel, que era quemada en la plataforma ubicada frente al Templo Mayor, quizá como parte de una ceremonia religiosa asociada al dios de la guerra Huitzilopochtli, “lo que nos hace pensar que dicha estructura corresponde a este basamento circular.”

Suelo sagrado
Raúl Barrera sabe que el suelo que pisa es sagrado y que debajo están los restos de Tenochtitlan cual serpiente reptando, buscando salir a la luz, y aunque él sueña con que algún día las siete manzanas donde se erigía el centro ceremonial de los mexicas serán un museo de sitio, debe ser paciente, “porque excavar la ciudad requiere de un gran trabajo de concertación, llegar a puntos de acuerdo entre distintas instancias y conciliar intereses, y eso lleva tiempo.”

Refiere que el Instituto Nacional de Antropología e Historia está haciendo un esfuerzo grande por la conservación, además de la investigación, y “eso supone también mostrar al público lo que vamos encontrando, sin dejar de lado la investigación, porque sabemos que la mejor manera de apreciar y conservar es mostrar”.

Barrera aclara que lo que rescatan y muestran los arqueólogos del PAU son fragmentos. “No es posible recuperar un edificio prehispánico completo, debido a la destrucción que hubo durante la conquista y porque las condiciones de la ciudad actual no lo permiten. Sin embargo, con este trabajo vamos encontrando restos de arquitectura de las sociedades que estudiamos: sus templos, sus casas, sus ofrendas, sus entierros, que es lo que nos da información de esas sociedades. Eso es la arqueología”, concluye.

fdeandac@gmail.com

Fonte: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2015/05/21/tenochtitlan-aun-ciudad-desentranar (27/05/2015)

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