Observatorios mesoamericanos, marcadores del tiempo
Fuente:
Noticieros Televisa
Los observatorios prehispánicos sirvieron como
calendarios observacionales; cada determinado tiempo el movimiento del Sol
indicaba que se aproximaba una fecha significativa
CIUDAD DE MÉXICO, México, mar. 12, 2013.-
Actualmente cuando se piensa en observatorios astronómicos, la mente
imagina enormes cúpulas con telescopios de gran alcance, construidos
exclusivamente para el estudio de los cuerpos celestes; en la época prehispánica,
en cambio, un observatorio era en muchos casos una especie de oráculo porque
los registros del movimiento de los astros eran una forma de expresar la
voluntad divina; habría que entenderlos como templos, como lugares de oración y
no solo de ciencia.
Así lo afirmó el arqueólogo Orlando Casares
Contreras, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
quien se ha especializado en el estudio de la arqueoastronomía maya.
Casares explica que esta antigua cultura disponían de edificios en forma piramidal
y plataformas que, además de utilizarse para realizar actividades políticas o
religiosas, servían como marcadores o puntos de referencia que indicaban las
salidas y puestas del Sol, así como los movimientos de astros como la Luna y
Venus.
"Un punto para observar el movimiento del Sol
puede ser una entrada a un templo, una alfarda. En muros, escalinatas, nichos,
caminos e incluso pinturas murales de cientos de edificios mayas se proyectan
luces y sombras producidas por el movimiento del Sol, de Venus o la Luna. Con
esas marcas efímeras esta antigua civilización hizo visible el tiempo e
identificó en qué momento sembrar y cosechar".
Asimismo, el arqueoastrónomo Jesús Galindo,
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha estudiado
la astronomía mesoamericana en diversas zonas arqueológicas y sitios
prehispánicos, explica que la regularidad en el movimiento aparente de los
astros permitió el desarrollo del calendario. "Para los mayas, los
marcadores solares eran una especie de calendarios que permitían contar los
días para saber el comienzo y el término del ciclo agrícola", señaló.
"Las alineaciones de luz sobre los edificios
ocurren no para indicar un fenómeno en el cielo, se trata de escenografías para
señalar a los hombres que alguna fecha significativa se acerca; de este modo
organizaban sus actividades y su vida económica, social y religiosa". Un
ejemplo que menciona son las fechas del 29 de abril y el 13 de agosto, porque
en diversos sitios de Mesoamérica, los arqueoastrónomos han podido identificar
juegos de luces y sombras proyectados sobre los edificios en ambos días.
"Es decir -anotó Galindo- en ese par de fechas
el Sol se alinea a las estructuras, aunque en tales días no ocurra ningún
evento solar significativo"; dichas fechas dividen el año solar de 365
días en dos periodos, que establecen una característica del sistema calendárico
mesoamericano.
Jesús Galindo mencionó como ejemplo de edificios
que presentan una alineación con el Sol durante los ocasos del 29 de abril y el
13 de agosto, el Templo superior de Los Jaguares del Gran Juego de Pelota de
Chichén Itzá, la ventana central del Caracol (el Observatorio), en la misma
ciudad maya de Yucatán; y el Edificio de los Cinco Pisos, de Edzná, en
Campeche; y fuera del área maya, la Pirámide del Sol, en Teotihuacan, Estado de
México.
"En estos casos, a partir de la primera fecha,
el observador debe esperar 52 días para que llegue el solsticio de verano y
después de éste, esperar 52 días para que ocurra la segunda alineación con los
edificios, el 13 de agosto. No se trata de que ocurra un fenómeno del Sol, sino
que el astro indica que ha llegado una fecha que era importante dentro del
calendario mesoamericano".
Otra utilidad de los edificios observatorios era
rendirle culto a las deidades que habitaban la bóveda celeste, de acuerdo con
la antigua cosmogonía indígena. Con ese fin, también se construyeron
estructuras orientadas hacia las direcciones especificadas por el movimiento
aparente de algún astro, con la intención de poner en armonía la obra humana
con el cosmos, indicó Galindo.
"Un efecto resultante de la orientación
astronómica es la hierofanía, es decir, "la manifestación de lo
sagrado", indicó el arqueoastrónomo tras abundar que en este caso se
asociaba con "un juego de luces y sombras con el que se reforzaba un
mensaje de poder de la elite". Y mencionó como ejemplo el templo
monolítico de Malinalco (Estado de México), en cuyo interior, sobre una
banqueta circular, hay esculturas de águilas y un jaguar, emblemas de una orden
militar de la elite mexica que tenía al sol como deidad.
"Durante el solsticio de invierno los rayos
solares penetran por el vano del acceso e iluminan la cabeza del águila labrada
al centro del santuario; estudios etnohistóricos indican que, al parecer, ese
día se celebraba la bajada de Huitzilopochtli, dios de la guerra, al
mundo".
Los arqueoastrónomos también han identificado observatorios horizonte,
edificios que funcionaban como horizontes artificiales; es decir, estando el
observador frente al monumento, desde una posición indicada por algún elemento
constructivo, registraba al cuerpo celeste cuando se alineaba al centro de la
edificación.
Jesús Galindo refiere que los sacerdotes
mesoamericanos también construyeron edificios orientados de acuerdo con eventos
planetarios, un ejemplo es el Palacio del Gobernador, en Uxmal, Yucatán, que en
su parte superior tiene mascarones antropomorfos con el glifo maya de Venus; el
eje de simetría del edificio señala la posición extrema de Venus en el
horizonte como Estrella de la Mañana.
Otra modalidad de las ciudades mesoamericanas son
los observatorios cenitales, donde la incidencia de los rayos solares al
interior de éstos indica la llegada del Sol a posiciones extremas en el cielo.
Y las cámaras construidas bajo tierra o en el interior de un edificio, de
acuerdo con el etnohistoriador Rubén Morante López, de la UNAM, en realidad son
gnómones, antiguos instrumentos de astronomía, a cuya oquedad oscura penetran
los rayos solares a través de un tragaluz; cuando la luz llega hasta el piso
señala fechas calendáricas o rituales.
Para el arqueólogo y arqueoastrónomo del INAH,
José Huchim Herrera, probablemente el uso multifuncional que tenían los
edificios tipo palacio se debiera a que la elite que ocupaba dichos monumentos
era la encargada de mantener el contacto con las deidades; el gobernante era
también el intermediario entre los dioses y el pueblo.
"Hay fenómenos -añadió- que únicamente
pudieron haber observado los sacerdotes, porque es necesario subir a la parte
más alta de los templos para verlos y a los palacios solo entraba la
elite".
Los arqueoastrónomos coinciden en que en la
observación del firmamento estaba el sustento del poder de la clase dominante
de las culturas mesoamericanas, quienes tenían el poder eran los intermediarios
entre los hombres y los dioses, los sacerdotes que predecían el paso del
tiempo, la aparición y alineación de los astros, los que llevaban la cuenta
calendárica; actividades que les permitían demostrar ante la sociedad su
interacción con las divinidades.
MACO
Fonte: http://noticierostelevisa.esmas.com/cultura/570963/observatorios-mesoamericanos-marcadores-del-tiempo/ (12/03/2013)
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