Coaxalpan: relieve que legitima la guerra en Tenochtitlan

Piso de lajas de tezontle encontrado en una plaza cercana al Templo Mayor. Foto: Alberto Díaz

Es una de las conclusiones a las que ha llegado el Programa de Arqueología Urbana del INAH tras estudiar el descubrimiento de un piso de lajas en el 2012.

POR: J. FRANCISCO DE ANDA CORRAL

Un piso de lajas de tezontle con figuras grabadas en relieve fue descubierto hace casi cuatro años por arqueólogos del INAH adscritos al Programa de Arqueología Urbana (PAU), en la Plaza Manuel Gamio del Centro Histórico de la ciudad de México. Los estudios subsecuentes revelan que podría tratarse del Coaxalpan, un patio aledaño al Templo Mayor de Tenochtitlan aludido en las fuentes históricas, donde se realizaban ceremonias funerarias y se legitimaba el valor de la guerra, fundamental en la época expansionista del Imperio mexica, encabezada por el tlatoani Moctezuma Ilhuicamina, hacia 1440-1469 d.C.

Ésa es una de las conclusiones a las que ha llegado el Programa de Arqueología Urbana (PAU), que a principios del 2012 dio con este piso de lajas de tezontle, donde destacan 26 piezas grabadas con figuras de carácter bélico y serpientes que, en opinión de Lorena Vázquez Vallín, integrante del PAU, se puede interpretar como “el lugar al pie de la montaña sagrada donde se realizaban diversos ritos y ceremonias en honor del dios tutelar de los mexicas”.

Vázquez Vallín explica que el Coaxalpan (suelo arenoso de las serpientes, en náhuatl) tenía una gran carga simbólica, pues estaba vinculado al nacimiento del dios Huitzilopochtli, y de alguna manera sintetizaba el universo cultural y religioso de los mexicas y sugiere que estaba al pie del Templo Mayor.

“Una de las ceremonias que tenía lugar en ese sitio eran las exequias de los guerreros muertos al volver el ejército mexica del campo de batalla. Según lo asentado en el siglo XVI por los cronistas Hernando Alvarado Tezozómoc y Diego Durán, los tenochcas avanzaban por las calles de la antigua ciudad entonando cantos y soltando llanto hasta desembocar en el patio contiguo al templo del dios de la guerra, donde danza y música eran el preludio de la incineración de los cuerpos de los guerreros caídos en batalla.

En entrevista, la arqueóloga Lorena Vázquez refiere que, de acuerdo con estos cronistas, los rituales funerarios de los guerreros eran muy complejos y duraban varios días. “Sabemos que el guerrero era un personaje muy importante en la sociedad mexica, y más durante la época expansionista de Moctezuma, que privilegió mucho a la clase militar, porque el Imperio vivía del tributo, y éste se conseguía mediante la guerra; vivían de la guerra, y toda la organización económica y religiosa hacía referencia a ella.

“Por eso este piso de lajas, que corresponde en el tiempo al inicio del periodo de expansión mexica (Etapa IV del Templo Mayor), no era cualquier lugar, sino un espacio donde a través de las figuras en relieve están presentes los códigos de un sistema cultural y religioso que era vital para el Imperio. Era una manera de sacralizar el lugar y recordar el mito de 
Huitzilopochtli, la guerra y todos los valores que tenían que ver con ella.”

Representan figuras mitológicas
Estas losas a las que se refiere la arqueóloga se distribuyen en una superficie de 20 x 3.5 metros y fueron descubiertas, como refieren las fuentes, “en una plaza aledaña” o “patio contiguo” al Templo Mayor por el equipo del PAU encabezado por el arqueólogo Raúl Barrera. Los relieves presentan figuras de serpientes, un guerrero, dos víctimas sacrificiales, una mariposa con cabeza humana, la mitad de un glifo anular con dos flores, tres divisas de papel plisado, dos ornamentos de turquesa, además de los símbolos de la nube, la flor, el día/la fiesta, el dardo y la guerra sagrada.

La arqueóloga Lorena Vázquez, quien lleva a cabo un estudio sobre este hallazgo, revela que del análisis iconográfico de estas figuras se desprende que éstas no constituyen en sí mismas un discurso lineal, sino un sistema de comunicación y un conjunto de representaciones simbólicas que podía ser leído y entendido por todos los habitantes de Tenochtitlan e incluso por personas provenientes de otras regiones que no hablaban la misma lengua, pero que compartían un mismo sistema de significación cultural en una época determinada.

Vázquez Vallín se ha detenido en el análisis de algunas de esas representaciones. Por ejemplo, de las 10 lajas que aluden a serpientes reptando, dos incluyen el símbolo del chalchihuitl (cuenta de piedra preciosa); si se interpreta como una fecha, quizá estaría señalando la importancia del día 1 Serpiente, cuando (según las referencias de Bernardino de Sahagún) nacían personas diestras para la guerra.

La arqueóloga abunda en la representación de la mariposa con cabeza humana y del dardo, los cuales —remitiéndose a alusiones en fuentes y a la propuesta del doctor Guilhem Olivier Durand— “nos hace pensar en la representación del alma del guerrero muerto, pues la creencia era que se convertían en aves o mariposas que ayudaban al Sol en su batalla diaria contra las fuerzas nocturnas”.

“Hay que tener en cuenta que el principio y fundamento de la religión mexica era que todos vivían para alimentar a los dioses, y los guerreros muertos convertidos en aves iban directo a la casa del Sol”.

Sobre las losas con la imagen de un decapitado, éste se encuentra ataviado con los atributos del dios guerrero Mixcóatl. En el caso de la flor representada en otra de las lajas, ha sido identificada con la flor alucinógena sinicuichi, pero la arqueóloga sostiene que también concentra la figura de un cuchillo de sacrificio, así se estaría simbolizando la idea —conocida por los cantares mexicas— de que “los guerreros eran como flores que se recogían en el campo de batalla”.

A partir de este análisis iconográfico —concluye Lorena Vázquez—, es posible sostener que este piso era, dentro del contexto general del Templo Mayor, una recreación arquitectónica del mito del Monte Sagrado, parte del citado Coaxalpan, pero también fue un espacio funcional con una carga simbólica muy importante.

Funerales con pompa y llanto
De acuerdo con las fuentes históricas, los ritos funerales que precedían a la incineración de los cuerpos de los guerreros se realizaban con una mezcla de llanto y fiesta, refiere la arqueóloga Lorena Vázquez.

“Las crónicas establecen que estos ritos eran muy complejos y de mucha preponderancia; la viuda lloraba la muerte de su esposo caído en batalla, no se lavaba la cara en varios días, luego se le retiraba la mugre del rostro con papeles y estos papeles se incineraban junto con el cuerpo del difunto”. El cronista Diego Durán registra que para los funerales de los guerreros los tenochcas “salían a las calles a cantar canciones compuestas para la ocasión; las viudas, colocadas en filas, daban palmadas al son de un instrumento y lloraban amargamente, bailando e inclinándose hacia la tierra.”

Hernando Alvarado Tezozómoc detalla que los deudos traían consigo las pertenencias de los difuntos, y los hombres, padres y hermanos de los fallecidos, formaban un círculo con las armas de los guerreros desaparecidos. La triste procesión era encabezada por los padres de los muertos, portando arcos, flechas, rodelas y plumas. El gobernante hacía que se repartieran entre los deudos mantas, huipiles y comida (incluyendo a niños, mujeres y ancianos). La música era tañida entre cantos y bailes fúnebres en la plaza y el patio del templo de Huitzilopochtli.

Vázquez revela que es altamente significativo que ambos cronistas sean muy enfáticos en señalar que los funerales se realizaban junto al templo de Huitzilopochtli, “porque hace sentido con la parafernalia que está simbolizada en las losas encontradas y porque nos acerca a confirmar la hipótesis de que el sitio que estamos estudiando efectivamente formó parte del Coaxalpan”.

Los muertos de bulto
En la época prehispánica no siempre era posible tener el cadáver del guerrero fallecido al alcance para incinerarlo. Algunos morían lejos, en la batalla de Huejotzingo o enfrentando a los tarascos en Michoacán, por ejemplo, explica la especialista. En ese caso, los deudos del guerrero fallecido hacían un bulto con palos de ocote y los vestían para representarlo. Así lo narra Diego Durán: “hacíanles sus brazos y pies, cara, ojos y boca, y de papel poníanles sus ceñidores, bragueros y sus mantas; y a los hombros poníanles plumas de gavilán, que decían que eran para que el guerrero anduviese volando delante del Sol cada día.”

El cronista dice también que a los muertos o a sus bultos se les ponía pulque, ofrendas y alimentos, y se hacía un convivio y se comía con ellos, allí, como si estuvieran vivos.

Durán detalla así el destino final de estos fardos mortuorios: “Acabadas las exequias y llanto de las mujeres y cantos funerales, los grandes de la ciudad y de las demás provincias tomaron aquellas estatuas en los hombros y las llevaron ante el ídolo Huitzilopochtli, donde les pegaron fuego...Y ardía aquella tea y papel con que estaba revuelta, con mucha furia, y todas las viudas, mujeres de aquellos muertos, estaban alrededor del fuego llorando con mucha lástima”.

Panquetzaliztli: El eterno retorno mexica
La fiesta de Panquetzaliztli es uno de los momentos importantes del calendario litúrgico del pueblo mexica. “En Panquetzaliztli nace Huitzilopochtli, y en el Coaxalpan se recrea año con año este mito que, como sabemos, recuerda el nacimiento de la deidad tutelar, el dios de la guerra, en medio de una batalla que libra contra su hermana Coyolxauhqui y sus hermanos los centzohuitznahuas (400 surianos), por defenderse y defender a su madre, Coatlicue, que es amenazada por sus hijos al haber sido preñada por Quetzalcóatl”.

Este mito que, de acuerdo con Eduardo Matos Moctezuma, representa la batalla incesante y repetida de la luz contra la oscuridad, la vida y la muerte, como una especie de eterno retorno mexica (en términos 
nietzscheanos), “constituye el pilar de la religión tenochca, y está recreado en toda la arquitectura del Templo Mayor”, señala Vázquez Vallín.

“Ése es el mito que se reproduce también en el Coaxalpan durante la fiesta de Panquetzaliztli, por eso es tan importante este espacio y este hallazgo. En esa festividad, el Painal, que es una advocación de Huitzilopochtli, salía en peregrinación del Templo Mayor hasta el Cerro de la Estrella. Mientras eso ocurría, al pie del Templo Mayor se escenificaba un combate ritual entre los esclavos, bañados y vestidos como Huitzilopochtli y los cautivos de guerra, que personificaban a los huitznahuas, enemigos del dios, al término del cual se realizaban sacrificios humanos”.

Este piso de lajas, como ha anunciado el INAH, podrá ser visto en el vestíbulo del nuevo acceso a la zona arqueológica de Templo Mayor este mismo año.

Fonte: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2016/01/17/coaxalpan-relieve-que-legitima-guerra-tenochtitlan (17/01/2016)

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