Los secretos de las tumbas de los primeros pobladores del centro de Tlalpan (Parte 02)

Una espiral de cuerpos
Alejandro Meraz encontró, distribuidos en siete entierros, individuos humanos y un perro. Pero la espiral de esqueletos seguía esperando en una fosa aún no descubierta. Alejandro Meraz dejó de trabajar en la aldea preclásica de Tlalpan, pero la arqueóloga Jimena Rivera Escamilla continuó con las labores de investigación. Fue ella quien encontró la fosa múltiple.

En ella, los cuerpos fueron entrelazados, con brazos y piernas formando una especie de tejido humano, lo que hace pensar que el entierro tuvo un importante componente ritual que habrá que estudiar más a fondo. Por lo pronto, esta es la fosa fúnebre con el mayor número de individuos del periodo Formativo.

Hasta ahora, de los 10 esqueletos identificados, uno era masculino y dos femeninos. Pero aún falta identificar el sexo de los siete individuos restantes. En cuanto a la edad, uno de los individuos falleció siendo adulto; dos eran niños, uno de entre tres y cinco años y el otro de algunos meses de vida; y el resto eran adultos jóvenes.

Para obtener más información sobre estos antiguos habitantes de Tlalpan, toca ir al laboratorio, donde las antropólogas físicas Lucía López Mejía y Sonia Rodríguez Martínez podrán ahondar en las causas de la muerte y en algunos elementos de su vida cotidiana que pudieran quedar marcados en los huesos.

Además de los entierros, se han encontrado más unidades domésticas y construcciones hechas con piedra de río, algo característico del Preclásico, Jimena Rivera comenta que gracias a esto pudo confirmar que la aldea había existido hace más de dos mil años.

El abandono de la ciudad
En el cerro del Ajusco, a ocho kilómetros del centro de Tlalpan, se localiza el volcán Xitle. Hace unos dos mil años, el Xitle hizo erupción. Justo en el periodo en que la aldea del preclásico de Tlalpan fue abandonada.

Trabajo arqueológico en la UPM. Fotografía de Mauricio Marat. Archivo propiedad del INAH.

Algunos científicos, entre los que se encuentra Jaime Urrutia Fucugauchi, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ubican el evento entre el año cero y el año 50 de nuestra era. Otros investigadores, como Claus Siebe, del mismo instituto, lo sitúan alrededor del año 280 de nuestros días. A pesar de estas diferencias, los arqueólogos coinciden en que la erupción ocasionó el abandono de la zona sur de la Cuenca de México.

“Esta erupción no fue un erupción súbita, como sucedió con el Vesubio en Pompeya, más bien ocurrió una serie de erupciones paulatinas, que iniciaron con la exhalación de cenizas. Después, el volcán comenzó a arrojar material piroclástico —roca ardiente— y en seguida se dieron las emisiones de lava”, explica Alejandro Meraz. La erupción paulatina permitió a la población del sur de la Cuenca de México migrar y no ser sorprendidos por la lava. Alejandro Meraz comenta que justo entre el 200 y el 300 de nuestra era, periodo cercano a los cálculos de temporalidad de la erupción del Xitle, se registró un aumento en las regiones al norte de México, como Texcoco.

Y aunque la lava no alcanzó por igual toda la zona sur de la Cuenca y Tlalpan no se vio afectado, como sí le sucedió a lo que ahora es el Pedregal, la lava no es el único problema durante las erupciones, también está el deterioro ecológico. La afectación a la flora y la fauna del lugar no permitió que la zona se habitara hasta años después, cuando se dio una restauración ecológica.

Las dificultades de investigar dentro de una megaciudad
Hasta ahora la aldea preclásica de Tlalpan es la más antigua de la zona, pero Alejandro Meraz hace énfasis en que debido al crecimiento de la ciudad existe mucha información arqueológica que se encuentra debajo de otras construcciones, pues después del Formativo vino el periodo Clásico, la época teotihuacana, la época azteca, la época virreinal y la época moderna.

La Cuenca de México ha estado habitada desde el periodo Formativo hasta la fecha. Aunque no por la misma cultura, se ha modificado el paisaje del lugar de manera continua y los contextos más tempranos han quedado cubiertos. Algo parecido a tener una ciudad dentro de una ciudad, dentro de otra ciudad.

Además están los problemas de realizar investigación dentro de una megaciudad como la Ciudad de México. Pues las posibilidades de investigación surgen cuando se quiere realizar una obra constructiva, pero las obras no pueden parar y los arqueólogos tienen una sola temporada, de un par de meses, para realizar las excavaciones y obtener la información, explica Alejandro Meraz.

Por otro lado, no es posible excavar fuera de la zona en la que se ha pedido el permiso de construcción. En el caso de Tlalpan, los investigadores no pueden seguir excavando en otros sitios de la UPM o en zonas aledañas. Es por eso que no se sabe la extensión exacta que tenía la aldea del Preclásico.

Entierro múltiple. Fotografía de Mauricio Marat. Archivo propiedad del INAH.

Pero para el arqueólogo, que ahora es el encargado de la ceramoteca de la Dirección de Salvamento Arqueológico, el problema mayor es el crecimiento descontrolado de la mancha urbana, que destruye los vestigios sin permitir una excavación arqueológica previa y termina para siempre con la posibilidad de generar conocimiento sobre el patrimonio cultural del país.

Estudiar el pasado no afecta el desarrollo
Proteger los vestigios arqueológicos que yacen debajo de la Ciudad de México es complejo, reconoce Alejandro Meraz, y acepta que la urbe tiene necesidades reales de construcción que no se pueden detener. Pero también considera que las excavaciones arqueológicas no se contraponen con satisfacer estas necesidades.

“Una idea constante que tienen las personas que van a realizar una obra, sea un particular que quiere realizar una cisterna o una empresa que quiere realizar un complejo comercial o de condominios, es que se les va a expropiar el terreno, pero las cosas no suceden de esta manera”.

El arqueólogo explica que durante el tiempo que se hace el estudio se puede llegar a restringir la construcción en algunas zonas, pero el terreno sigue siendo de las personas y en cuanto el estudio termina las obras se realizan sin problema, como habían sido planeadas. Pero el desconocimiento provoca que no se dé aviso al INAH y que las obras se realicen de manera ilegal.

Aun así, considera que la situación tiene solución y que puede ser resuelta por los investigadores, quienes tienen la responsabilidad de sensibilizar a la gente y a los trabajadores de la construcción, para que comprendan que el patrimonio cultural que se encuentra debajo de la ciudad es parte de su identidad.

Fonte: http://www.conacytprensa.mx/index.php/ciencia/humanidades/20778-inah-preclasico-arqueologia (12/04/2018)

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