Los secretos de Tiahuanaco
En su famosa tetralogía 'La Crónica del Perú', el cronista cuenta de manera detallada los entresijos de una fascinante cultura que habitó las planicies andinas entre Bolivia, Chile y Perú
Por: Á. Van den Brule A. - 19/11/2022
"Solo los locos y los solitarios, pueden permitirse el lujo de ser ellos mismos. Porque los solitarios no necesitan complacer a nadie y a los locos, no les importa ser comprendidos".
(Charles Bukowski)
Un jovencísimo clérigo de no más de 20 años, abordaba con el ímpetu propio de la edad una de las obras antropológicas más increíbles jamás redactadas. Estamos en Perú en los albores del siglo XVI.
“Una anciana cultura, la Tiahuanaco, amanecía en Bolivia, coetánea de grandes faraones como la brillante Hatshepsut o el joven Tutankamón”
Una anciana cultura, la Tiahuanaco, amanecía como tal por la amalgama de otros pueblos ancestrales instalados en las planicies bolivianas. Esta cultura (1500 a. C. y 1187 d. C) coetánea de muchos de los grandes faraones, tales como la brillante Hatshepsut, el infumable a la par que glorioso Tutmosis III o el joven Tutankamón; concluye poco antes del advenimiento del feudalismo en Europa en el tiempo en el que se funden la Alta y Baja Edad Media hacia el siglo XIII abriendo las puertas de la luz al Renacimiento.
En ese escenario de convivencia humana, los chinos iban a lo suyo con su peculiar aislacionismo y los Zhou, Han y Tang eran rebasados por esta milenaria civilización andina. Entretanto, los mayas, 4.000 kilómetros más al norte, vivían en un esplendor incontestable, pero con fecha de caducidad a la vista. Este era el marco espacio temporal de aquellos precursores de lo que posteriormente llamaríamos incas.
Bien documentadas por arqueólogos y antropólogos, cronistas y viajeros, Tiahuanaco es la denominación de una cultura cuyo legado y obras líticas están esparcidas en silencio por las montañas y planicies andinas entre Bolivia, Chile y Perú. La memoria de esta antigua civilización diluida en una extensión de cerca de 600.000 kilómetros cuadrados nos recuerda que somos un breve tránsito aislado y huérfano frente a la grandeza del cosmos y su vasto silencio.
Tiahuanaco es la denominación de una cultura cuyo legado y obras líticas están esparcidas en silencio por las montañas y planicies andinas
Se hace necesario recordar que, a través de la historia conocida, en sus albores no existía un lenguaje oral. Cuatro gruñidos bastaban para dejar claro lo que se quería transmitir. Gestos y palabras de concisa articulación se desarrollaron de manera paulatina hasta alcanzar formas de comunicación tales como un lenguaje oral digno de tal nombre. La mímica también era parte de la ecuación. En el principio fueron las pinturas en cuevas, tablillas de barro, etc. Siglos más tarde, la escritura alfabética sobre el papel arrasa. Europa comenzó a ser el faro del oeste, la referencia de todas las cosas, o así al menos nos veíamos desde la perspectiva del eurocentrismo. Pero en los tiempos paralelos sucedían otras muchas cosas.
Cuando Pedro de Cieza, en su famosa
tetralogía La Crónica del Perú, explica detalladamente los entresijos de aquella cultura – la
Tiahuanaco –, el mundo
"civilizado" queda
pasmado ante la erudición y el contenido de la obra. Las enormes distancias
recorridas, innumerables acontecimientos reseñados, las descripciones y
referencias que hizo con prosa rica, vibrante y elaborada, convierten
la obra de Cieza en un trabajo de orfebrería. En aquel tiempo solo se
dio a conocer uno de sus libros, los otros tres tardarían tres siglos más en
ver la luz y lo hicieron de forma accidental para satisfacción de la comunidad
de arqueólogos que vieron como el pasado acudía a ellos de improviso en
una biblioteca de mala muerte. Cieza comenzó su ambiciosa odisea literaria
en 1541 que culminó en Lima en 1550, durante nueve años y miles de kilómetros
recorridos en las dos vertientes de la zona andina, este extremeño de
Llerena se convertiría en uno de los cronistas más alabados junto con el Inca
Garcilaso.
Piedras mudas
Toda la belleza plasmada en la obra de Cieza fue corroborada al detalle por la ciencia moderna y esmerados arqueólogos se dejarían la piel en el envite. Uno de sus lectores, arqueólogo para más señas, Carlos Ponce Sanjinés, es el referente mundial de la arqueología boliviana y el mejor intérprete de los acontecimientos de Tiahuanaco desde su aparición como aldea quince siglos antes de nuestra era hasta su desaparición e integración en el nuevo imperio inca. Su precisa datación de carbono 14 al conjunto de restos que le tocó analizar permitió establecer la cronología del devenir de Tiahuanaco. Para variar, la suma de una guerra civil y un voraz sequia hizo el resto del trabajo.
Actualmente, la Puerta del Sol dentro del complejo ceremonial de Tiahuanaco mira el paso del tiempo con parsimonia
Del testimonio de lo descrito por el sabio Pedro
Cieza de León desaparecido a temprana edad y del máximo representante de la
arqueología boliviana, el Dr. Ponce, se deduce que el enigmático templo
Tiahuanaco y su famosa Puerta del Sol cercana al hermoso lago Titicaca dicen
de sí más de lo que la muda piedra refleja a primera vista. En línea
con las leyendas aimaras, la puerta en cuestión guarda un supersecreto
que esta antigua cultura andina escondió en la zona aledaña al lago,
en Lakaqullu para el caso en que la humanidad estuviera en peligro fuera
revelado. Obviamente, el miedo, la desconfianza y la represión ejercida sobre
esta comunidad no promete facilidades a la hora de tirarles de la lengua. Actualmente,
la Puerta del Sol dentro del complejo ceremonial de Tiahuanaco mira el
paso del tiempo con parsimonia y una serena expresión de resignación ante los
acontecimientos.
Asimismo, es cuando menos intrigante ver la también
conocida como "Estela Ponce" monumento situado a cierta distancia del
Complejo Arqueológico Monumental en Tiahuanaco cuyos rasgos tienen un parecido
más que razonable con los Moais de la isla de Pascua. Hoy en
día y desde el año 2000 este yacimiento está catalogado como Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco.
Frente al silencio de esas mudas piedras, solo cabe preguntarse ante el nítido cielo nocturno andino si como decía Demócrito solo somos conjuntos de átomos cincelados por el azar.
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