Chichén Itzá, 15 siglos de evolución

Solemos pensar en los sitios arqueológicos como lugares estáticos: ciudades que se encuentran, se descubren, se muestran a la sociedad actual y congeladas en el tiempo para sociedades futuras.

 Por Alicia Navarrete – 17.12.2023

Sin embargo, la realidad es que, al menos en México, las zonas arqueológicas son lugares que se van transformando continuamente gracias a la labor (y enorme esfuerzo) de un equipo muy grande, compuesto por personas con distintas formaciones, habilidades y conocimientos: arqueólogos, sí, pero también restauradores, arquitectos, dibujantes, fotógrafos, albañiles, ingenieros, y muchas otras personas que incansablemente trabajan “tras bambalinas” para develar el antiguo esplendor del pasado. 

Cada una de esas personas y sus labores merece un artículo por separado (y los estaremos presentando en el futuro), pero por ahora nos concentraremos en el objeto de sus labores; específicamente, en el icónico y multitudinario sitio arqueológico de Chichén Itzá. 

Comencemos con un poco de perspectiva. 

México y su relación con la arqueología

La arqueología surge originalmente como una exploración e interpretación del “extraño mundo”  que se iba descubriendo en los países coloniales. Sin la intención de generalizar, podríamos decir que, especialmente en el siglo XIX, había una línea muy delgada entre ser arqueólogo y ser cazador de tesoros, y los saqueos se justificaban con el pretexto de poblar museos que eran, también generalizando, una exhibición de esos raros y primitivos fenómenos que se encontraban más allá del mundo civilizado (es decir, Europa). 

Y recordemos que desde el encuentro de los continentes en 1492, los europeos llegaron pensando que se encontraban con pueblos ignorantes e inferiores. Incapaces de entender el nivel de su sofisticación, tacharon de inservibles sus conocimientos y los destruyeron.

La arqueología en los países colonizados (como en Latinoamérica, Asia y África), por lo tanto, se convierte en algo distinto. Ya no se trata de estudiar a esos “otros” extraños, sino de estudiarnos a nosotros mismos; de re-descubrir las raíces de nuestras prácticas y conocimientos actuales, y de reivindicar nuestro propio lugar, no como inferiores, sino como pares que fueron tratados y representados injustamente en la historia que otros escribieron acerca de nosotros.

En México, los sitios arqueológicos son una pieza fundamental del patrimonio social de la nación; son (o deben ser) bienes comunes, compartidos y accesibles para todas las personas, independientemente de su condición social, económica o cultural. La arqueología, por su parte, se convierte no únicamente en el estudio de los objetos del pasado, sino también de las personas que los idearon y construyeron, para interpretar y entender la historia que los conquistadores trataron de borrar. 

Vestigios arqueológicos en México

México contiene el 80% de los descubrimientos arqueológicos que se han hecho en el continente americano, y es también uno de los pocos países cuya legislación establece  que un porcentaje del producto interno bruto debe destinarse a la conservación de su patrimonio histórico. Aunque en el territorio nacional hay aproximadamente 53,000 sitios identificados, son apenas 193 los que están abiertos al público; 17 se encuentran en Yucatán, y ninguno es más visitado que Chichén Itzá. Es precisamente lo que Chichén Itzá y, en menor grado, Uxmal recaudan que ayuda a mantener, investigar y continuar estudiando los demás sitios.  

Hasta donde sabemos hoy, Chichén Itzá comenzó a poblarse alrededor del año 600 d.C., algo tarde en lo que a la historia maya respecta. La ciudad creció, evolucionó y floreció por más de seis siglos y, tras rendirse ante la aún más joven ciudad de Mayapán, fue abandonada en el siglo XIII. Cuando los españoles llegaron, tres siglos después,  supieron que la ciudad seguía siendo un sitio sagrado, a donde se seguían realizando peregrinaciones. La ciudad cayó en el olvido hasta mediados del siglo XIX, cuando se redescubrió y comenzó a investigar. Hoy, a más de 150 años de ese entonces, ha cambiado la arqueología y los arqueólogos; ahora son mexicanos los que excavan, documentan, estudian e interpretan su propia historia, pero los sitios arqueológicos siguen revelando los secretos que se esconden literalmente en sus entrañas. 

La reciente apertura de Chichén Viejo es sólo un ejemplo. Mientras lees esto (y mientras el Instituto Nacional de Antropología e Historia cuente con el presupuesto), las excavaciones, investigaciones, hallazgos y restauraciones continúan. Es gracias al trabajo de un grupo enorme de personas que podemos comprender mejor a quienes vivieron aquí antes que nosotros, y que tuvieron la mala suerte de encontrarse en el lado incorrecto de la historia. 

Agradecemos al Arqlgo. José Osorio León, Director de la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, y a su equipo de trabajo por su generosidad para la realización de nuestro más reciente artículo sobre esta maravilla del mundo y patrimonio cultural de la humanidad; 

Arqlgo. José Osorio León
Arqlgo. Francisco Pérez Ruiz 
Arqlgo. José Arturo Cortés
Arqlgo.  Julio César Alonso Ramírez
Arqlgo. Max Edwin Ayala
Lic. Juan Enrique Be Herrera
Arqlgo. Abimael Josué Cú Pérez
Arqlga. Elodia Acevedo Chin
Restauradora Claudia Mei Chong Bastidas
Arqlga. Lizbeth Mendicuti Pérez
Arqlgo. Miguel Angel Salazar Gamboa
Arqlgo. Darwin Velásquez González

Muchas gracias a todos por su tiempo y la pasión que sienten y transmiten por su trabajo. 

Fonte: La evolución de la zona arqueológica de Chichén Itzá (yucatantoday.com)

 

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