Misterios del Misti: cómo los incas realizaban sacrificios infantiles como ofrenda a la naturaleza

Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el volcán Misti han sacado a luz la práctica de sacrificio infantil de los incas, revelando así la íntima conexión espiritual y el complejo entramado de creencias de una civilización enraizada profundamente con la naturaleza.

Por: Abigail Villantoy Gómez

30/03/2024

En las sombras del volcán Misti en Perú, yacen historias ocultas que se remontan a siglos atrás, donde las antiguas prácticas incaicas se entrelazan con la naturaleza imponente y misteriosa de estos paisajes. El Misti, un coloso que domina el horizonte de Arequipa, ha sido testigo silente de uno de los episodios más oscuros y fascinantes relacionados con los incas: el mayor sacrificio de niños y niñas llevado a cabo con la esperanza de aplacar la ira del volcán. Este ritual, conocido como “capacocha”, revela la profunda conexión espiritual y la complejidad de las creencias de una civilización que veía en la naturaleza una divinidad viva y poderosa.

Las recientes excavaciones arqueológicas en las proximidades del Misti han comenzado a desenterrar los secretos largamente sepultados de estos rituales sacrificiales. Los hallazgos ponen al descubierto no sólo la magnitud de estas prácticas sino también la meticulosa selección y preparación a la que eran sometidos estos niños y niñas, considerados ofrendas de la más alta pureza a los dioses. A través de estos descubrimientos, se abre una ventana a entender las percepciones, rituales y formas de vida de una de las civilizaciones más intrigantes de América, ofreciendo nuevas respuestas y generando aún más preguntas sobre el significado y el alcance de estos actos de fe.

¿Por qué los niños eran sacrificados?

El Misti no era solo un volcán para la gente inca, sino un “Apu” o espíritu de la montaña, un ente de gran poder espiritual cuya presencia imponente marcaba el paisaje. Los incas, una civilización que dominaba la cordillera de los Andes antes del arribo de los conquistadores españoles, tenían una relación intensamente espiritual con el mundo que les rodeaba.

Estos rituales eran más que meros actos de fe; constituyen una ofrenda a las divinidades andinas con múltiples propósitos: desde apaciguar a los dioses, pasando por garantizar la fertilidad de la tierra, hasta asegurar el éxito en las batallas y el bienestar general de la comunidad.

Los sacrificios que allí se realizaban eran profundamente significativos, involucrando principalmente a niños y niñas seleccionados a lo largo y ancho del imperio por su pureza y belleza, y considerados como las ofrendas más sagradas. Este proceso no solo incluía la elección, sino también una meticulosa preparación que abarcaba diversos rituales, ayunos y procesiones, preparando a estos jóvenes para su encuentro final con los dioses en la cima del volcán.

Una entrevista realizada por la BBC al arqueólogo José Antonio Chávez arrojó luz sobre estos antiguos rituales, específicamente hacia el año 1450, periodo en el cual el Misti mostró su ira a través de una erupción. El emperador Inca Yupanki, ante la magnitud de tal evento, “realizó muchas rogativas para aplacar la ira del importante Apu”.

“En el mundo andino se creía que los dioses influenciaban los fenómenos naturales, como terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y sequías. Por eso se enviaban a los niños como mensajeros a los dioses para que volvieran todo a la normalidad”, explicó Chávez para la BBC.

Estos actos, a pesar de su crudeza a ojos de la contemporaneidad, revelan la complejidad de la cosmovisión inca y su respeto profundo hacia las fuerzas de la naturaleza. Los sacrificios en el Misti y otros lugares sagrados andinos no eran solo un medio para comunicarse con el más allá, sino un reflejo de la devoción y el sacrificio que esta civilización estaba dispuesta a hacer para mantener el equilibrio entre su mundo y el universo espiritual que lo regía.

¿Cómo fue el descubrimiento de estos sacrificios?

En la cima de un volcán ubicado en la ciudad de Arequipa, Johan Reinhard, descubridor de Juanita, y José Antonio Chávez, codirectores del proyecto Santuarios de Altura, realizaron un hallazgo histórico junto a un grupo de arqueólogos. Según la información publicada en la BBC, durante esta expedición, descubrieron dos tumbas dentro del cráter, las cuales no pudieron ser excavadas inmediatamente debido al riesgo de dañar los restos que ya se encontraban deteriorados por las condiciones climáticas adversas y la actividad geológica. Para preservar los cuerpos, los investigadores recurrieron a una técnica peculiar: por la noche, vertieron agua sobre estos para luego congelarlos, facilitando así su extracción en bloques de hielo para su traslado a la ciudad.


Los cuerpos fueron custodiados por la Universidad Católica de Santa María, donde permanecieron en refrigeración cerca de veinte años. Entre febrero y marzo de 2018, los restos fueron finalmente descongelados en el laboratorio para su estudio.

El análisis reveló la presencia de cinco cuerpos de niños y tres de niñas, junto a objetos de cerámica, oro, plata y conchas de spondylus.

La bioarqueóloga Dagmara Socha, de la Universidad de Varsovia, encargada de examinar los restos, determinó que el sacrificio data de hace aproximadamente 550 años. Este descubrimiento aporta una valiosa comprensión de las prácticas ceremoniales de las civilizaciones antiguas en la región.

¿Cómo se realizaban estos rituales?

Según informa la BBC, las prácticas conocidas tradicionalmente como sacrificios humanos, específicamente aquellos denominados “capacochas” en el Imperio Inca, son revisados bajo una nueva luz por arqueólogos como Chávez y Perea. Estos expertos prefieren referirse a ellos como “ofrendas humanas”, argumentando que estas no eran acciones forzadas ni imprevistas. Por el contrario, sostienen que los individuos seleccionados para las capacochas eran criados desde una temprana edad con el propósito específico de ser ofrecidos, proceso en el cual sus familias obtenían ciertos beneficios y reconocimiento dentro de su comunidad.

De acuerdo con las crónicas de Arriaga en 1621, aunque la selección de niños “perfectos” era lo usual, las ofrendas para el sacerdote del dios Illapa se distinguían por incluir a personas que habían sido alcanzadas por un rayo o que presentaban ciertas peculiaridades físicas, como tener las piernas arqueadas o labio hendido.

Estas ofrendas humanas se efectuaban en ocasiones de gran importancia para el Imperio Inca, tales como el nacimiento de un heredero al trono, durante periodos de guerra, o ante la enfermedad o fallecimiento de un gobernante. Aparte de estas capacochas imperiales, existían también ceremonias locales, generalmente llevadas a cabo como respuestas a catástrofes naturales y siempre bajo autorización del Inca.

La elección de niños y niñas como víctimas se basaba en su percepción de pureza. Las niñas, entregadas por sus familias desde muy temprana edad, eran criadas en el acllahuasi o “la casa de las mujeres elegidas”, hasta que eventualmente algunas eran seleccionadas para participar en los rituales. A diferencia de las mujeres, los hombres eran siempre niños, ya que no se criaban en una institución especializada y, por lo tanto, podrían perder su pureza al llegar a la pubertad.

El inicio de una capacocha más suntuosa se marcaba con ceremonias que comenzaban en Cusco, el corazón del Tawantinsuyo, para después emprender una peregrinación hacia el lugar de la ofrenda. Algunas de estas peregrinaciones podían extenderse por meses, mostrando el profundo significado espiritual que estas ceremonias tenían para el Imperio Inca.

Fonte: Misterios del Misti: cómo los incas realizaban sacrificios infantiles como ofrenda a la naturaleza - Infobae

Comentários

Postagens mais visitadas deste blog

LA LÁPIDA DE PAKAL REPOSA DE NUEVO SOBRE EL SARCÓFAGO

Las Piedras de Ica: cuando el hombre vivió entre los dinosaurios

Qhapac Ñan: el mayor camino peatonal de la historia universal, el cual unió a pueblos precolombinos de sudamérica.