Las llamas 3D de Choquequirao

Por: Roberto Ochoa

08/11/2020

Un libro publicado en plena pandemia da nuevas luces sobre los enigmáticos camélidos que decoran los andenes de la llaqta inca y derrumba varios mitos sobre la construcción de esta ciudadela que corona el Cañón del Apurímac

Antes de ser abandonada durante la campaña de reducciones del virrey Toledo, el acceso a la llaqta de Choquequirao ya era sobrecogedor. Los andariegos seguían las huellas del camino real que se alza sobre los descomunales abismos del cañón del río Apurímac. Hacia arriba se contempla la corona de nieve del apu Ampato y justo antes de llegar se podía distinguir una recua de llamas blancas petrificadas que parecen ascender por los jardines colgantes que rodean la llaqta inca.

“Fueron realizadas para ser vistas en tres dimensiones. Algo inédito en América –nos dice el arqueólogo Gori Tumi Echevarría– las 24 llamas ascienden por los andenes, en alguno hay hasta cuatro llamas blancas, en otro se puede ver a madre y cría. Es un ato de llamas que está caminando hasta la plaza principal. Para verlo tienes que alejarte hasta la cresta de un cerro vecino y es ahí donde las llamas cobran vida”, añade Echevarría López, coautor con Zenobio Valencia García del primer volumen de las Investigaciones arqueológicas en Choquequirao.

Y es que esta llaqta, a diferencia de Machupicchu, ya era conocida desde los primeros años de la conquista porque formó parte de una encomienda de Gonzalo Pizarro. Ahora sabemos que su población original fue reducida durante el gobierno del virrey Toledo al actual poblado de San Pedro de Cachora, de donde salen las expediciones de turistas que visitan la enigmática llaqta inca.

A mediados del siglo XIX, viajeros franceses y peruanos realizaron los primeros informes del lugar. Pero fue el expedicionario Hiram Bingham quien realizó la primera descripción científica de Choquequirao en 1909, dos años antes del “descubrimiento” de Machupicchu.

Y fue precisamente Bingham quien encontró las inscripciones del francés Eugene de Sartiges, quien visitó el lugar en 1834, acompañado de los peruanos José María Tejada y Marcelino León. También halló inscripciones en carbón vegetal con los nombres de José Benigno Samanez, Juan Rivas Plata y Mariano Cisneros, quienes recorrieron toda la llaqta en 1861.

Tuvieron que pasar casi cien años para que a fines del siglo XX se iniciaran los trabajos arqueológicos con aportes del Plan Copesco. Este siglo, en el 2004, el arqueólogo cusqueño Zenobio Valencia dirigió las investigaciones que cambiaron todo lo que se sabía de Choquequirao y que ahora está plasmado en el libro.

Decoración estructural

Se creía, por ejemplo, que Choquequirao era contemporáneo a Machupicchu y que en su construcción se utilizaron mitmas (mano de obra) Chachapoyas. Echevarría sostiene que gracias a las investigaciones de Valencia se sabe ahora que Choquequirao tiene varias fases de construcción y que la principal es anterior a Machupicchu, pero correspondiente al apogeo inca. “Las llamas son una decoración estructural, si yo quito una piedra el muro se cae. Esto no existe en otro lado. Y no son comparables a las monumentos Chachapoyas. Las decoraciones chacha son en alto relieve y no soportan el muro. Ninguna vinculación cultural con los chachapoyas”.

Echevarría añade que estas llamas no son una decoración esquemática: “Nos dimos cuenta de que las patas traseras eran mas cortas, las pezuñas tienen diferente ubicación, las colas, las orejas, la cabeza... Existe una dinámica de movimiento. Es un diseño naturalista para describir movimiento. Es el único gran tipo de decoración naturalista en 3D de toda América. No pueden ser comparadas con ninguna forma gráfica del antiguo Perú, menos con los Chachapoyas”, añade.

Sin duda, se trata de una obra única de los ingenieros y artistas cusqueños que representa el apogeo creativo de la cultura inca.

Fonte: https://larepublica.pe/domingo/2020/11/08/las-llamas-3d-de-choquequirao/

 

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