Bajo el volcán

Agustín Echalar A.*

Hace unos días he visitado el sitio arqueológico de Tiwanaku, que ha sido utilizado recientemente para la ceremonia de unción, como líder espiritual de todos los bolivianos y de los pueblos indígenas de América, del presidente Evo. Las ruinas no han sufrido el embate de los miles de visitantes que se congregaron aquel día, porque sólo unas semanas después, lo que vi era como si nunca hubiera pasado nada, es más, como si el lugar estuviera, pese a esa gran fanfarria, simplemente olvidado.

El asunto es que a pesar de que en la última década se ha hecho muchísimo en Tiwanaku, me refiero a la construcción del museo lítico y a las importantes excavaciones en Akapana y en Kantatallita, hay una sensación de abandono, que sólo se rompe con algo mucho peor. Me refiero al museo que fue construido hace unos 20 años durante el gobierno de Jaime Paz, y con la ayuda del reino de España, donde hay una exposición de piezas de cerámica, que a fuerza de descuido se ha convertido en una moderna experiencia digamos interactiva, donde el visitante no solamente puede apreciar las magníficas piezas, sino también el proceso de sedimentación de polvo que puede llegar a cubrir un centro ceremonial tan monumental como lo que hoy llamamos Tiwanaku; dicho menos poéticamente, se han olvidado de desempolvar las vitrinas desde hace ya no se sabe cuánto tiempo.

Hace menos de diez años, durante el gobierno de Tuto Quiroga, se inauguró el nuevo museo lítico, ninguna maravilla, pero fue un hito que permitió que se pensara en arqueología y en Tiwanaku; de hecho, a partir de ese hito se iniciaron las nuevas excavaciones, financiadas en parte por iniciativas privadas. En el ínterin, y a pesar de estar ya con cuatro años de un gobierno que reivindica Tiwanaku al punto de apropiárselo simbólicamente, una parte de ese edificio nuevo está por caerse, la otra está cerrada, y en una tercera, que ha sido añadida recientemente, se está armando una exposición de piezas líticas, expuestas sobre pedestales pintados en el más furioso anaranjado. Esto hace juego, con un inmenso cuadro, me imagino pintado en acrílico y de dimensiones mayores a los 15 metros cuadrados, que representa un volcán en erupción (¿?).

La dejadez respecto de Tiwanaku es un pecado compartido desde los tiempos en que éste fue abandonado, ha sido saqueado o negligenciado por moros y por cristianos, y obviamente por aymaras también, pero está peor ahora, a pesar de las excavaciones que están teniendo lugar cada año. Y es peor, precisamente porque si este Gobierno tomara su discurso mínimamente en serio, ese enclave debería ser su prioridad, aunque tal vez eso sería una mayor desgracia…

Fonte: Bolivia, www.la-razon.com/ (28/02/2010)

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