CHINCHORRO EVIDENCIAS MÁS ANTIGUAS DE MOMIFICACIÓN ARTIFICIAL EN EL MUNDO

Con el nombre de Cultura Chinchorro se identifica hoy día a un grupo que adoptó los territorios de la costa norte de Chile como propios, en las zonas de Arica e Iquique. Desarrollaron un sistema de vida simple dependiente de la explotación de los recursos marítimos a través de la pesca, la caza y la recolección. Los precursores de la cultura Chinchorro arribaron a la zona hace unos 9.000 años y por razones que aún desconocemos, mantuvieron su tradición cultural por varios milenios. A partir de los 8.000 años los andino costeros dominaban los espacios de la costa fértil de Arica y, posiblemente, la costa árida de Iquique, manteniendo campamentos estacionales en valles y oasis del interior.

Hacia los 6.000 años, coincidente con la época de máxima aridez en las tierras altas, se intensifica la ocupación de la costa tanto en la zona de Arica como en la zona estéril de Iquique. En esta época, de sequía en las tierras altas altiplánicas, desaparecieron los hábitats de lagos y lagunas, los refugios de cuencas y oasis interiores se reducen drásticamente. En contraste, en la costa se consolida la actual línea costera y se concentran las mejores condiciones para la vida humana.

Este período de estrés ambiental y de presión y crecimiento demográfico en la costa, coincide con la época de desarrollo de la cultura Chinchorro, cuyos sólidos principios pudieron servir como mecanismo de cohesión y defensa social. La definición y defensa de un espacio territorial que incluyera agua relativamente dulce y suficientes lugares para la caza, pesca y recolección marina debieron ser cruciales. Es posible, entonces, que la vida de los Chinchorro se desarrollara en un clima de tensión que terminaba en luchas y agresiones interpersonales cuyas huellas se notan en fracturas y lesiones observadas en los cráneos de esta población.

Uno de los aspectos más interesantes de este grupo cultural, se relaciona con los procedimientos empleados para momificar a sus muertos a través de una drástica intervención de los cuerpos, independiente del proceso natural de momificación que caracteriza a los ambientes desérticos como el norte de Chile. La creencia popular y algunos modelos de pensamiento histórico, asumen que sociedades de organización simple y residencia móvil como los Chinchorro no invertían mucho tiempo y cuidado en los ritos relacionados con la muerte u otras actividades que no fueran estrictamente relacionados con la subsistencia y la vida doméstica. El desarrollo de sistemas mortuorios complejos se vincula normalmente a sociedades estratificadas, cuyas diferenciaciones internas se pueden medir por el tiempo y energía empleados en el rito funerario.

En el caso del rito mortuorio de los Chinchorro nos enfrentamos con cuerpos que recibieron gran cantidad de tiempo y atención para su elaboración. Se trata de restos de individuos adultos hombres y mujeres de distinto sexo y edad, niños, recién nacidos y nonatos, que luego de su muerte fueron drásticamente intervenidos. Su constitución física fue alterada y reconstruida combinando partes del propio individuo, principalmente huesos y piel, a los que se agregaron otros elementos como vegetales (ej. ramas, fibra de totora), arcilla, pigmentos de colores. Los procedimientos incluyeron el desprendimiento de la piel, descarnamiento total de los huesos, eliminación de vísceras y cerebro, eliminación parcial de las partes blandas, desecamiento por fuego, etc. En los casos más extremos el cuerpo reconstituido completamente, fue cubierto por una gruesa capa de arcilla y se modelaron los rasgos de la cara, genitales, senos, y se agregó una peluca de pelo humano. Finalmente, los cuerpos fueron enlucidos con una delgada capa de manganeso, un pigmento fino de color negro o con óxido de fierro, un pigmento fino de color rojo. Así, los cuerpos se transformaban en relucientes estatuas de color negro y rojo, que debieron contrastar con el colorido más bien opaco del desierto.

Como resultado de estas intervenciones se configuró un ser inanimado, con apariencia hierática; listo para enfrentar una “nueva vida”, cuyo destino desconocemos: ¿enfrentar un mundo desconocido, sobrenatural metafísico? o ¿enfrentar una nueva vida dentro de su propia comunidad?, es decir ¿pasaban a integrar una nueva categoría de actores sociales?, o ¿mitigar el impacto que su muerte causaba en su grupo social?. Tampoco sabemos las razones que tuvieron para aplicar distintos procedimientos de momificación a miembros de un mismo grupo y, sí los individuos que recibieron mayor atención gozaron, en vida, de mayor prestigio social, o tuvieron ciertos privilegios que se mantuvieron después de la muerte.

Cual haya sido el caso, lo cierto es que los Chinchorro invirtieron gran cantidad de tiempo y energía en momificar a sus muertos, lo que constituye un fenómeno único en el mundo, tanto por su antigüedad como por el contexto social en el que fue realizado. Entre 7.000 a 8.000 años antes del presente se ubican las evidencias más antiguas de momificación y se mantuvieron hasta los 4.000 antes del presente. Los estudios acerca de Chinchorro lo definen como un fenómeno meramente funerario desligado de otras esferas de la sociedad y la cultura, debido a que todavía sabemos muy poco respecto del contexto ritual, la funcionalidad y la ideología comprometidos en la momificación. El rito mortuorio, cuyo marco de ideas y procedimientos estuvo determinado por la ideología y cosmovisión aceptado por esta comunidad de cazadores, pescadores y recolectores marítimos, pudo servir a otras esferas de la cultura y la sociedad como medio de expresión y comunicación; como por ejemplo, mecanismo de enculturación, es decir el proceso de aprendizaje de los principios que rigen una sociedad, mantención de su cohesión interna, integridad social y memoria histórica. Los códigos de comportamiento social pudieron inculcarse durante el proceso de momificación artificial, en la medida que pudo crearse un ambiente y escenario ideal para el adoctrinamiento cultural.

Es interesante notar que este grupo mantuvo sus patrones culturales por más de 3000 años (8.000 - 4.000 años antes del presente) y para ello debió disponer de un efectivo sistema de transmisión cultural. Los conocimientos técnicos y concepciones ideológicas vinculadas con la momificación, como así también las técnicas de subsistencia y los principios que servían para explicar a esta sociedad, requirieron de un sistema que les permitiera mantener por varios milenios su memoria histórica y un mecanismo de transmisión, que asegurara el traspaso de todo este legado de una generación a otra, sin grandes variaciones. Así como los cazadores de Australia y posiblemente los cazadores alto andinos usaron los escenarios de cuevas con pictografías como medio de transmisión cultural, en el caso de los Chinchorro, esto pudo ocurrir durante el proceso de momificación de un individuo, ocasión que, posiblemente, congregó a gran parte de los miembros de la comunidad.

Otro aspecto interesante de los Chinchorro radica en el énfasis en enterramientos colectivos. Conjuntos de individuos de distinto sexo y edad se dispusieron uno junto al otro, tapados con una estera de totora. Esta característica diferencia a los enterratorios Chinchorro de todas las demás épocas. Esto parece significar que el fundamento o unidad básica de la sociedad radicaba en el conjunto de individuos. Posiblemente no existía un concepto marcado de individualidad unipersonal; por el contrario la individualidad se agotaba en el conjunto de individuos, de distinto sexo y edad, que formaban una unidad social y se relacionaban con otras unidades de similar estructura dispersas a lo largo de la costa de Arica e Iquique.

La tradición andino costera agromarítima
Hacia los 3.000 años antes del presente, como ocurre con la tradición "alto andina", la tradición "andino costera" cambia sus principios fundamentales. Se organiza un nuevo sistema de subsistencia basado en la horticultura con fuerte apoyo de los recursos marítimos. Se establecen asentamientos más estables al interior de los valles y un nuevo sistema de creencias y expresiones rituales transforman completamente los procedimientos previos. Las nuevas creencias provenían de centros ceremoniales más avanzados, ubicados en la región del lago Titicaca. La calidad de vida mejora, en la medida que se incorporan nuevas tecnologías para la elaboración de tiestos de cerámica, tejidos de lana, cestería, madera, etc. Objetos fabricados con materias primas exóticas o de gran elaboración artesanal, como tejidos, objetos de cobre, collares de cuentas de cuarzo o concha, etc. se utilizan para simbolizar prestigio y posiblemente pertenencia social.

Uno de los aspectos que distingue a las sociedades posteriores a Chinchorro no sólo es la pérdida de la momificación artificial, sino también la clara aparición de enterratorios individuales, ubicados en fosas independientes rodeados por un conjunto de artefactos propios. Este rasgo indicaría profundos cambios en las concepciones acerca de la unidad básica de la sociedad. El sistema social radicaba en los individuos, reconocidos como entes independientes, y no en un conjunto de individuos como en Chinchorro

El comienzo de la vida aldeana en los valles y oasis del desierto del norte de Chile se distingue además por una rica iconografía derivada de centros ceremoniales, como Pukara, de la región del Titicaca, cuyo prestigio se basaba en templos de grandes pirámides de piedra labrada y esculturas. Esta es la época en que se forjan los principios ideológicos y sociales de la civilización andina, que alcanza su mayor expresión con el imperio Inka. Algunos elementos de la nueva ideología, como tejidos con diseños escalerados, figuras de rostros humanos con apéndices en forma de rayos, fueron incorporados y procesados internamente por las poblaciones costeras para servir a sus propios intereses y dinámica social.

Este es un período de experimentación y de expansión territorial de las poblaciones costeras hacia los valles y oasis interiores favorecido por un mejoramiento de las condiciones de humedad en las tierras altas, que debió tener efectos positivos en la disponibilidad de agua en las tierras bajas. Así por ejemplo se introducen una serie de productos agrícolas adaptados a climas semitropicales de los valles de Arica, como maíz, porotos, ají, pallares, camote, yuca, etc. Se levantan poblados más estables, destacando aquellos ubicados en la cuenca de la Pampa del Tamarugal, como Caserones y Guatacondo.

La vida aldeana se consolida durante la segunda mitad del primer milenio después de Cristo, en la medida que las poblaciones costeras pasan a integrar la esfera de interacción de Tiwanaku, estado teocrático de gran prestigio y poder centrado en el Lago Titicaca, y de gran influencia regional en los Andes del sur. Su presencia se nota con fuerza en los valles de Arica y cuencas y oasis interiores y, en menor grado, a lo largo de la costa de Iquique y Arica. Las poblaciones costeras acceden a una economía de corte agro-pastoril, en la medida que se integraban recursos agrícolas de los valles bajos y recursos pecuarios de llamas y alpacas en la forma, de carne, charqui, lana y transporte. La importancia económica e ideológica de los camélidos queda de manifiesto a través de ofrendas de patas de llamas y restos de contenidos estomacales dispuestos en las tumbas de esta época. La influencia Tiwanaku se distingue, también, a través de la incorporación de una serie de bienes de prestigio, tales como vasos ceremoniales conocidos como keros, gorros de cuatro puntas para distinguir el prestigio social de un cacique local, tejidos listados de colores rojo, azul, verde, amarillo, café, etc.

A partir del siglo XI después de Cristo, coincidente con un nuevo período de sequía, se producen importantes transformaciones en la tradición andino costera. Desaparece Tiwanaku como centro de poder regional, se empobrecen los ambientes andinos de pastoreo, lo que obliga a realizar importantes reajustes en la organización económica, uso del espacio, como así también en los aspectos rituales. Las poblaciones vuelven a establecer una fuerte economía agro-marítima y expanden su control territorial hacia los valles cordilleranos donde se integran con la tradición alto andina. Se desarrolla una iconografía de corte local que integra elementos propios y otros derivados de tradiciones anteriores. A diferencia de los diseños anteriores de motivos lineales, la cerámica y tejidos se llenan de figuras antropo y zoomorfas y personajes míticos. Esta riqueza iconográfica es el elemento que caracteriza a la Cultura Arica y se mantuvo vigente hasta la época de influencia del imperio Inka, pero desaparece al comienzo de la conquista española en el siglo XVI. En la actualidad, los valles han perdido gran parte de su tradición cultural milenaria, ya que las poblaciones indígenas decrecieron rápidamente durante la colonia, por efecto de las enfermedades, mestizaje y perdida cultural por imposición de la cultura europea a través de la religión y el nuevo orden social. La tradición andino costera ha sido reemplaza en parte por la tradición alto andina a través de los inmigrantes del altiplano y valles andinos, acomodados en los valles en su éxodo hacia las ciudades de la costa. A pesar de todo, el norte de Chile destaca por su rostro pluricultural.

Santoro, Calogero.
2000, “Chinchorro evidencias más antiguas de momificación artificial en el mundo”; in Culturas del desierto. Arica: Ediciones Universidad de Tarapacá.

Comentários

  1. muy buena su informacion!!!!!!!!!!!!!

    ResponderExcluir
  2. muy buena su informacion !!!!!!!!!!!!!me copa!!!!!!!!loco!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderExcluir

Postar um comentário

Postagens mais visitadas deste blog

LA LÁPIDA DE PAKAL REPOSA DE NUEVO SOBRE EL SARCÓFAGO

Las Piedras de Ica: cuando el hombre vivió entre los dinosaurios

Max Uhle