Conservadora de Chan Chan: Historia de una mujer a la que la adversidad no la amilanó
María Mendoza: Nunca se ha quejado por trabajar todo lo hace siempre con amor aseguran sus hijos quienes la consideran un ejemplo de mujer.
Es una mujer corajuda. Su padre murió justo el día de su nacimiento; perdió su casa en dos oportunidades, en la primera, el agua del río arrasó con todo su hogar; en la segunda, las llamas consumieron hasta las cenizas, la humilde vivienda de esteras que con tanto sacrificio construyó en Pacasmayo; para colmo de males su esposo enfermó de la columna. Ante tanta adversidad, la vida nunca le quitó la ilusión de seguir.
Nació de una adolescente de doce años. Según su documento de identidad, María Mercedes Mendoza Chavarría, tiene cincuenta y siete años; es decir, dos años más de lo real, por un error de el RENIEC. Es natural de uno de los distritos más ricos y pobres del Perú, la paradoja se justifica porque La Encañada (Cajamarca) recibe presupuesto de canon de cuatro mineras, pero la pobreza se acrecienta cada día. Su motor y motivo son sus nueve hijos y once nietos, a los que considera la recompensa que la vida le ha dado. La morochita, como la conocen sus amistades, trabaja desde que tiene uso de razón, los últimos cuatro años, se desempeña como conservadora de Chan Chan, monumento arqueológico considerado Patrimonio Mundial por la Unesco.
En el Perú, escasos son los monumentos que cuentan con una escuela de conservadores. Un buen número de estos profesionales se formó en el mismo campo de batalla. La consigna de salvar el patrimonio de barro, implica aumentar el número de conservadores en el Complejo Arqueológico. Lejos de pensar en contratar personal extranjero, los responsables del Proyecto Especial de Chan Chan propusieron capacitar a pobladores que viven en las inmediaciones del monumento y convencerlos de que ha llegado el momento de trabajar por la recuperación de nuestro legado histórico. Actualmente, estas mujeres, no sólo ven en Chan Chan una fuente de ingresos, sino y lo que es más valioso, se han comprometido en volver a la vida nuestro barro erguido.
Tras varios meses de capacitación en los talleres de conservación de monumentos de tierra dictados por especialistas del Proyecto Especial de Chan Chan en una conocida universidad local, la función de María Mercedes y otras ochenta mujeres, en la obra de Chan Chan, consiste en subir escaleras y resanar las heridas que se ubican en las partes más altas de las murallas (8 metros), acarrear material en carretilla al igual que su compañeros varones, cargar baldes con mortero de barro sobre el hombro, resanar relieves bajo el infernal sol de verano y el frío que cala los huesos en invierno, y como si fuera poco, con el mismo entusiasmo seguir siendo ama de casa fuera del horario de trabajo.
El coraje con que ha enfrentado la vida, la recompensa con la oportunidad de ser considerada conservadora del legado Chimú más importante de la humanidad. Su condición de mujer, le permite formar parte del equipo técnico que resana y consolida enlucidos y relieves, tarea en la cual se necesita además de paciencia, una intervención delicada y de calidad, por tratarse del acabado final que es la primera percepción del visitante; en tal sentido, los dones innatos de esta mujer, sumado a su especialización, le permiten cumplir a cabalidad la tarea.
Su débil voz, se escucha como un susurró en medio de todo el universo de barro, sus curtidas manos las unta sobre el barro, entremezclando su fortaleza con el mortero que servirá de vida para el monumento. Asume siempre con una sonrisa su trabajo y con gestos y amistad a sus compañeros. La fortaleza de su alma que se dibuja en su transparente y tierna mirada, ejercita el resto de órganos de su pequeño cuerpo, pintado cobrizo por el sol.
Fonte: http://www.noticiastrujillo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=46172&Itemid=60 (21/03/2011)
Es una mujer corajuda. Su padre murió justo el día de su nacimiento; perdió su casa en dos oportunidades, en la primera, el agua del río arrasó con todo su hogar; en la segunda, las llamas consumieron hasta las cenizas, la humilde vivienda de esteras que con tanto sacrificio construyó en Pacasmayo; para colmo de males su esposo enfermó de la columna. Ante tanta adversidad, la vida nunca le quitó la ilusión de seguir.
Nació de una adolescente de doce años. Según su documento de identidad, María Mercedes Mendoza Chavarría, tiene cincuenta y siete años; es decir, dos años más de lo real, por un error de el RENIEC. Es natural de uno de los distritos más ricos y pobres del Perú, la paradoja se justifica porque La Encañada (Cajamarca) recibe presupuesto de canon de cuatro mineras, pero la pobreza se acrecienta cada día. Su motor y motivo son sus nueve hijos y once nietos, a los que considera la recompensa que la vida le ha dado. La morochita, como la conocen sus amistades, trabaja desde que tiene uso de razón, los últimos cuatro años, se desempeña como conservadora de Chan Chan, monumento arqueológico considerado Patrimonio Mundial por la Unesco.
En el Perú, escasos son los monumentos que cuentan con una escuela de conservadores. Un buen número de estos profesionales se formó en el mismo campo de batalla. La consigna de salvar el patrimonio de barro, implica aumentar el número de conservadores en el Complejo Arqueológico. Lejos de pensar en contratar personal extranjero, los responsables del Proyecto Especial de Chan Chan propusieron capacitar a pobladores que viven en las inmediaciones del monumento y convencerlos de que ha llegado el momento de trabajar por la recuperación de nuestro legado histórico. Actualmente, estas mujeres, no sólo ven en Chan Chan una fuente de ingresos, sino y lo que es más valioso, se han comprometido en volver a la vida nuestro barro erguido.
Tras varios meses de capacitación en los talleres de conservación de monumentos de tierra dictados por especialistas del Proyecto Especial de Chan Chan en una conocida universidad local, la función de María Mercedes y otras ochenta mujeres, en la obra de Chan Chan, consiste en subir escaleras y resanar las heridas que se ubican en las partes más altas de las murallas (8 metros), acarrear material en carretilla al igual que su compañeros varones, cargar baldes con mortero de barro sobre el hombro, resanar relieves bajo el infernal sol de verano y el frío que cala los huesos en invierno, y como si fuera poco, con el mismo entusiasmo seguir siendo ama de casa fuera del horario de trabajo.
El coraje con que ha enfrentado la vida, la recompensa con la oportunidad de ser considerada conservadora del legado Chimú más importante de la humanidad. Su condición de mujer, le permite formar parte del equipo técnico que resana y consolida enlucidos y relieves, tarea en la cual se necesita además de paciencia, una intervención delicada y de calidad, por tratarse del acabado final que es la primera percepción del visitante; en tal sentido, los dones innatos de esta mujer, sumado a su especialización, le permiten cumplir a cabalidad la tarea.
Su débil voz, se escucha como un susurró en medio de todo el universo de barro, sus curtidas manos las unta sobre el barro, entremezclando su fortaleza con el mortero que servirá de vida para el monumento. Asume siempre con una sonrisa su trabajo y con gestos y amistad a sus compañeros. La fortaleza de su alma que se dibuja en su transparente y tierna mirada, ejercita el resto de órganos de su pequeño cuerpo, pintado cobrizo por el sol.
Fonte: http://www.noticiastrujillo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=46172&Itemid=60 (21/03/2011)
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