Los vestigios de Nasca en alto riesgo

Sorprendentes hallazgos (un observatorio lunar y geoglifos) en peligro de desaparecer, si las autoridades no toman medidas urgentes.

Por Martín Sánchez Jorges

Nasca es un museo al natural por donde se le mire. Sus enigmáticos vestigios lo demuestran a cada paso que uno da en sus soleadas pampas que queman con furia. Un posible observatorio lunar de la época Nasca-Wari, geoglifos humanoides, acueductos usados hasta hoy y cientos de surcos trapezoidales que dibujan figuras en las dunas son solo parte del legado de esta cultura que se puede perder, en cualquier momento, si las autoridades no se ponen los pantalones.

Precisamente, durante un recorrido que hizo Perú.21 por el desierto nasqueño pudo comprobar un sorprendente hallazgo hecho por el viajero y operador turístico Alejandro Sarmiento Salcedo en la zona de Taruga. Se trata de 72 pozas diseminadas a lo largo de varios kilómetros.

La caminata para llegar al lugar, ubicado dentro del Área de Reserva Arqueológica, decretada así por Resolución Directoral N° 654/INC de 2004, es sobre tierra y rocas antes de que las botas se hundan en terreno blando. Después, hay que lamerse la sal de la cara bajo el ardiente Sol y fijar la vista en el horizonte.

Así, encaramados sobre piedras, pudimos apreciar fosas perfectamente delimitadas que se comunican por acueductos que se habrían nutrido de agua del subsuelo. Según Alberto Urbano Jacinto, arqueólogo del INC-Nasca, quien nos acompañó en nuestro recorrido, las pozas habrían tenido una función calendárica-lunar para los pobladores de la época Nasca Tardío y Horizonte Medio.

“Ellos habrían estudiado los cambios de las fases de la Luna observando el reflejo del espacio en el agua acumulada, aprovechando el cielo limpio de la zona”, manifestó el experto.

Tras una rápida inspección del sitio, el arqueólogo va descubriendo restos de cerámica. “Esto es un buen indicativo para reconocer la importancia de estos cuadriláteros. Sin embargo, hay que seguir haciendo más estudios para lograr profundizar en sus usos, pero lo más importante es evitar que el sitio sea depredado por invasores de terreno. Por ejemplo, muy cerca se viene construyendo un grifo sin que las autoridades hagan nada”, sostuvo Urbano Jacinto.

Mientras abandonamos el lugar, trepamos por una negra serpiente de asfalto donde decenas de cruces resplandecen como espejos en las curvas como advertencia para que los viajeros manejen con cuidado.

A la altura del km 104 de la vía Ica-Nasca, en la jurisdicción de Llipata, figuras humanoides de hace más de mil años pertenecientes a la época de transición Paracas-Nasca adornan las dunas a merced de cualquiera. Tan solo algunas piedras, fácilmente movibles, cierran un improvisado ingreso para 4X4.

La cima de Cerro Blanco, considerada una de las dunas más grandes del mundo, nos estremece en el trayecto hacia la ciudad de Nasca, pero más nos sorprende la basura que vuela por los aires esparciéndose como una lluvia ácida entre los restos arqueológicos y la periferia de los lodges que han visto descender su clientela debido a este problema.

“Es increíble la cantidad de desperdicios que se acumula en la entrada de los hoteles campestres. Uno de los destinos más visitados después de Machu Picchu no se merece esa imagen a nivel mundial”, dice Rafael Rodríguez, gerente residente del Hotel Majoro.

CONTAMINACIÓN. Tiene razón, al ingresar a la ciudad, el río Nasca (casi seco durante esta temporada) parece un gigantesco basural que se zurra en los avisos que advierten no botar desperdicios en el sitio. En Nasca no hay relleno sanitario. Solo existe un botadero municipal de donde los vientos (“paracas’) levantan los restos orgánicos e inorgánicos y los llevan a su libre albedrío.
Pero eso no es todo, a solo unos metros del casco urbano, la minería informal viene contaminando con mercurio y cianuro las fuentes de agua de la ciudad y el manto acuífero de El Pajonal, la futura reserva del recurso hídrico de Nasca durante los próximos años.

Aquí, urge la creación de un parque minero-metalúrgico para poder ejercer una mayor fiscalización de esta actividad y que el Ministerio de Energía y Minas ejecute un Programa de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA).

Fonte: http://peru21.pe/noticia/610151/ (18/07/2010)

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