Tras los pasos de los moches

Foto: Archivo partcular

Por: Carolina Gutiérrez Torres / Perú

Un total de 224 jóvenes de 53 países recorrieron la costa norte del Perú, una región que habitualmente no aparece en los planes de turismo.

Los ruteros colombianos: José Luis Ruiz, María Paula Orozco, María Adelaida Piedrahíta

Instrucciones para redescubrir Perú
Ruteros: estos son los caminos que recorrerán durante 15 días. Pasarán por las regiones desérticas que habitaron los indígenas mochicas y entre las ruinas y las tierras baldías se encontrarán con las aguas del Pacífico peruano. Para llegar hasta la ciudad prehispánica de Kuélap —700 años más antigua que Machu Picchu, construida por la cultura de los Chachapoyas— tendrán que ascender el cerro de La Barreta, a 3.000 metros de altura, una caminata de cinco horas que los dejará sin aliento. Pero no se preocupen, serán recompensados: podrán dormir una noche en uno de los mayores monumentos arqueológicos del antiguo Perú. Sentirán —aun sin hacer el mayor esfuerzo— que están acampando en un lugar místico, majestuoso.

Y este será sólo el comienzo del viaje. Después vendrá una marcha de ocho horas —que pueden ser diez— en la Amazonia. Dejarán el paisaje gris y baldío, y pasarán a los verdes de la selva. Al clima húmedo. Allí, en medio de un bosque virgen de helechos y bromelias, se encontrarán quizá con la imagen más solemne de esta expedición: una caída de agua de 771 metros llamada Gocta, la tercera catarata más alta del mundo. Podrán sumergirse en sus aguas heladas. De cualquier forma, agradecerán las infinitas horas de camino.

Las instrucciones básicas de la Ruta Quetzal BBVA 2011 eran las siguientes: si usted quiere estar aquí, tiene que hablar español, ser estudiante de los últimos dos años de secundaria, participar en un concurso y ganar. Si gana hará un viaje de un mes por un país de América y España. Recibirá un morral con la ropa necesaria para sobrevivir —botas de montaña, camisetas, chaqueta, capa, sandalias—. También una carpa en la que dormirá todas las noches de este trayecto. Deberá cargar y cuidar su plato, su vaso y sus cubiertos.

La expedición se conformó por 224 jóvenes de 53 países, 12 monitores, dos médicos, dos enfermeros, tres titiriteros, varios músicos que los acompañaron y alegraron con una dulzaina y un tambor durante las marchas, al despertar, al dormir, y un cura. Un fotógrafo, tres camarógrafos, cerca de 10 coordinadores, 17 periodistas, un jefe de campamento y el fundador de este proyecto: el español Miguel de la Quadra-Salcedo, quien 26 años atrás se ideó una expedición para recorrer los caminos que han unido históricamente a España con América. Esta vez el destino fue Perú. El desierto moche. Gocta.

Lunes 20 de junio
Se acercan las 6:00 a.m. Se escucha la voz de Jesús Luna, jefe de campamento, rompiendo el silencio de la madrugada con una canción que se volverá himno de la expedición, de los despertares: “Cuando te digo china china china del alma/ tú me contestas chinito de amol/ Cuando te digo chino chino chino del alma/ tú me contestas chinita de amol/”. Repite la misma estrofa a través del megáfono y se empiezan a abrir las primeras carpas. “Hoy ha llegado el día que tanto habías esperado. El mejor día de tu vida”, dice Jesús, entusiasta, y es imposible que ante tanto positivismo alguien se queje por el frío que fue insoportable, penetrante, entumecedor. O por la incomodidad. O por el estómago que empieza a resentirse con la comida que ha sido tanto pollo y tanto arroz. Luego del despertar viene una rutina de aeróbicos, la fila para recibir el desayuno, el alistar la maleta con lo necesario para el recorrido del día.

El primer paraje es el Templo del Sol, el más grande construido por la cultura moche en este valle de la costa Pacífica peruana (entre los siglos I y VIII después de Cristo). Se ve un desierto. Se ve el mar. Se ve un cerro de 50 metros de alto. En 2008 empezaron las excavaciones en este lugar y los descubrimientos han sido reveladores: dos mil piezas del arte que desnudaron la relación de esta cultura con la brujería, los sacrificios humanos que hacían en nombre de la religión, su adoración por su principal dios Ai Apaec, el decapitador.

A unos kilómetros, todavía sobre la costa Pacífica, se llega a la Guaca El Brujo. Y en ella Pedro Javier Campos, el guía, se extiende en la historia de la Señora de Cao, la sacerdotisa mochica de mayor rango encontrada en esta región en 2005, la llamada “Cleopatra peruana”, que al parecer murió por una complicación en su parto alrededor del año 400 d. de C. Su cuerpo fue encontrado embalsamado, acompañado de objetos de gran valor. A sus pies reposaba una niña de unos 15 años degollada.

Miércoles 22 de julio
Ya han pasado seis días desde el comienzo de la expedición. Ya los ruteros han empezado a conocerse, a adaptarse, a enamorarse. Entre los 224 hay cuatro colombianos. Está José Luis Ruiz, fuerte y enérgico; está María Adelaida Piedrahíta, quien se ve siempre sonriente, bailando; está María Paula Orozco, que es atlética y guerrera; y Ángela Barrera, afectuosa, un “ángel”, diría una de sus compañeras. Cada uno está en un grupo diferente. Como obligado a conocer otros países, otras culturas: Argentina, Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Dinamarca, EE.UU., Filipinas, Grecia, Haití, Estonia, Lituania, Marruecos, España... 53 países.

Hoy el destino es el Museo de las Tumbas Reales del Señor de Sipán, uno de los diez mayores descubrimientos del siglo XX, comparado en la arqueología peruana con lo sucedido en Egipto con Tutankamón. Está reconstruida su Cámara Funeraria como debió lucir hace más de 1.700 años, cuando fue sepultado. Están sus restos. Sus joyas de oro y plata. El gran Señor de Sipán era venerado como un dios. Era siempre transportado por sus súbditos. No caminaba. Así lo han demostrado los estudios, según los cuales sufría de una osteoporosis incipiente. A su lado fue encontrado un guardián sin pies. Le fueron amputados para que no pudiera huir en la otra vida, para que siempre protegiera al gran Señor.

Miércoles 29 de junio
La llegada a cada comunidad es una celebración; una bienvenida con comida, música y bailes. Los titireteros se unen con el tambor y la dulzaina a las bandas de música. Los ruteros toman de las manos a los niños y a las mujeres peruanas que han esperado por horas su llegada. Todos bailan. Todo es fiesta. También fue fiesta el concierto que dio el coro de la ruta en Chachapoyas (Amazonia peruana). Fue en la iglesia del pueblo. Se formaron en el atrio unos 70 expedicionarios entre coristas y otros que tocaban flauta, clarinete, piano y contrabajo. Al frente de ellos estaba el profesor Borja Juan (21 años, estudiante de piano, ex rutero). Tocaron el Ave María Guaraní, el Siyahamba (canción zulú de Sudáfrica). La iglesia estalló en aplausos, largos, sostenidos.

El sábado pasado fue la caminata a Kuélap. Fue tan dura como lo habían advertido los organizadores. Cinco horas de ascenso por un camino rocoso y áspero. El sol intenso, el morral pesado a la espalda y los pies cansados que no respondían en los últimos tramos. Y la recompensa: Kuélap, la ciudadela sagrada. Seis hectáreas de ruinas, de edificaciones que alguna vez fueron centro de adoración de la cultura Chachapoyas (del año 900 al 1470 d. de C.). El domingo vino el descenso y el lunes fue la travesía a Gocta. El arribo al salto fue ceremonial: Antonio Lucio Gil (del grupo de los titiriteros) tocaba la dulzaina, los ruteros saltaban al agua sin importar el frío, que helaba. Era Gocta, el objetivo de esta ruta.

Fonte: http://www.elespectador.com/impreso/vivir/articulo-284894-tras-los-pasos-de-los-moches (16/07/2011)

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