Sangre de los vencidos para los dioses

Por Javier Munera

En los rituales mochicas, guerreros y chamanes preparaban una macabra puesta en escena en la plaza ceremonial de las huacas, templos en los que se iban superponiendo diferentes niveles, hasta lograr su característica forma piramidal.

Sin embargo, hasta el siglo XX no comenzaron a realizarse excavaciones arqueológicas para darlas a conocer. Gracias a estas investigaciones cerca de Huanchaco se ha podido documentar la violencia que empleaban las tribus en esta parte de Perú.
Los moches más aguerridos eran adiestrados para la lucha desde pequeños, y de su éxito dependía un posicionamiento social favorable para él y su familia.

Los restos encontrados en la Huaca de la Luna, a los pies de Cerro Blanco, comenzaron en 1991. Estos trabajos han dado a conocer el culto que se ofrecía a Ai-Apaec, dios de la Montaña.

Una de las maravillas de este patrimonio cultural son unos relieves decorados con su imagen. Hasta ahora se han descubierto 28 máscaras que conservan su color casi intacto, protegido bajo la arena durante siglos. Los muros de adobe se tallaban directamente, pero estas piezas se adherían posteriormente con arcilla.

En los rituales, los chamanes ofrecían a los hombres brebajes con sustancias que provocaban efectos alucinógenos. Un espectáculo extremadamente violento presentaba a los luchadores caracterizados como animales.

Cascos en forma de cabezas de lagarto, venado o zorro se completaban con ornamentos y una letal porra en la mano. Un desenfrenado estado de excitación y un duelo a golpes que concluía con la sangre de los vencidos recogida en cuencos como ofrenda para Ai-Apaec.

Mismo destino tenía la vitalidad que extraían del cuerpo de los prisioneros durante las guerras con pueblos vecinos. No había porrazos una vez llevados a la plaza, directamente eran degollados.

Del éxtasis de los combatientes encontramos evidencias en relieves, con un hieratismo parecido al de los egipcios, en la Huaca El Brujo. Se eleva a orillas del Pacífico junto a campos esmeralda de caña de azúcar. Aunque lo más sorprendente de este templo es el poder que llegó a concentrar una mujer.

La Dama de Cao asumió el reino de Chicama en el siglo IV d. C. Cuando fue extraída de la tierra, tenía brazos y manos que mostraban tatuajes con serpientes y arañas. Medía 1,45 m y sus caderas estaban abiertas, por lo que se cree que murió dando a luz.

Fonte: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ruta-quetzal/2011/06/22/sangre-de-los-vencidos-para-los-dioses.html (22/06/2011)

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