Chichén Itzá recobra su muralla



El muro maya es investigado y restaurado por expertos del INAH y de la Uady.




La milenaria muralla de la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán, cuya construcción se remonta aproximadamente al año 900 d. C., y que en la época prehispánica sirvió como barrera defensiva, es objeto de labores de investigación y restauración encaminadas a devolverle su antigua apariencia y determinar su relación con el Gran Juego de Pelota.

Los trabajos de conservación del extenso muro que circunda las seis hectáreas del área donde se ubican los más importantes edificios de esta antigua ciudad maya, son desarrollados desde hace un año por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) y la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), cuya tercera temporada se tiene programada para marzo próximo.

El arqueólogo Rafael Cobos, responsable del proyecto de investigación, informó que la restauración de la muralla —que también en la antigüedad tuvo un uso como límite restrictivo al área cívico-ceremonial para la sociedad maya común—, se lleva a cabo bajo la técnica denominada anastilosis, que consiste en colocar en su sitio original aquellos elementos arquitectónicos dispersos en el área y que no existe duda de su procedencia.

Sin embargo, cabe señalar que los especialistas no están reponiendo ningún material que no se encuentre in situ, por lo que la restauración en algunos tramos parecería estar incompleta.

Esta iniciativa de conservación deriva del convenio de índole académico firmado en 1995, entre el INAH y la Uady, con el fin de fomentar y apoyar la investigación arqueológica que ambas instituciones efectúan en este sitio del área maya.

Recientemente concluyó la segunda temporada de exploración y restauración en la porción occidental del muro, durante la cual además se hallaron materiales cerámicos, líticos y restos de conchas marinas que sirvieron como relleno de la muralla.

“La tercera temporada está planeada para iniciarse en marzo próximo, y se enfocará a comprender los aspectos arquitectónicos relacionados entre el muro y el Gran Juego de Pelota, en la porción noroeste del área de seis hectáreas denominada la Gran Nivelación.

“De esta manera daremos continuidad a esta investigación que está arrojando importantes datos arqueológicos sobre la relación de estos dos imponentes elementos arquitectónicos (la muralla y el juego de pelota)”, adelantó el doctor Cobos.

Por su parte, el arqueólogo Rodolfo Canto Carrillo, quien desarrolla la investigación para discernir algunos cuestionamientos sobre la extensión, antigüedad y usos de la muralla, comentó que esta pared que protegía el centro neurálgico de la ciudad, no es continua y existen límites naturales en el terreno, como depresiones, rejolladas y hondonadas que sirven como frontera.

“Es importante que concluyamos la investigación de la muralla dentro del Gran Juego de Pelota, porque aparentemente el muro fue desmantelado para dar paso a la construcción de la cancha, alrededor del año 1000 d. C. Esta hipótesis corroboraría que este juego de pelota, el más grande de Mesoamérica, fue la última gran obra constructiva erigida en el núcleo de Chichén Itzá”, informó el arqueólogo.

La muralla de poca altura, dijo, rodeaba el centro cívico-ceremonial de la ciudad, donde se encuentran los más emblemáticos edificios: El Castillo, Templo de los Guerreros y el Gran Juego de Pelota, este último con una altura de más de 15 metros y que habría tenido también una función defensiva ante una invasión.

La muralla fue edificada, en una primera fase, en la primera mitad del siglo X de nuestra era; posee tres etapas constructivas que se distinguen por su estilo arquitectónico, sus variantes que abarcarían un rango de 100 años se deben, probablemente, a un importante cambio político o ritual, como la ascendencia de un nuevo gobernante.

Asimismo, tuvo modificaciones posteriores, que se ha calculado que ocurrieron hacia finales del siglo X o principios del XI. Consta de tres etapas constructivas, la primera relativa a un muro con un estilo constructivo fino y estilizado, donde el material usado para su edificación fue cortado y preparado especialmente con este propósito, y que seguramente fue cubierto con una capa gruesa de estuco con pigmento.

En la segunda etapa constructiva hay ciertas modificaciones. Se le agregaron algunos accesos y escalinatas, y se observan remanentes de algunas estructuras adosadas, posiblemente obras defensivas. Aquí se distingue una técnica constructiva diferente mucho más rústica y burda.

La última fase incluye remanentes de piedra labrada y bajorrelieves en algunas partes del muro externo, esto significa, que por su distribución al azar, son diseños de otros edificios que fueron desmantelados para reciclar el material como un refuerzo externo para la muralla, abundó Canto Carrillo.

Barrera defensiva y social

“Por la forma en que el muro está construido y distribuido, su función no únicamente fue defensiva, también fue de uso restrictivo para la gente común que no podía acceder al núcleo de la ciudad. Podemos observar restos de andadores y pasillos por fuera y sobre la muralla, y que contaba con cierto número de accesos”, aseguró el especialista.

La necesidad de una muralla defensiva, da cuenta del enorme centro político y económico que representó Chichén Itzá. Una ciudad con tal importancia requería de dichos elementos defensivos para proteger el centro neurálgico de la ciudad.

“Más que una frontera física también fue frontera social, porque además sirvió como límite civil para la sociedad maya común, que al parecer no tenía acceso a las grandes construcciones del núcleo de la ciudad y que estaban destinados a un reducido número de individuos, en comparación con la numerosa población que habitó Chichén Itzá.”, dijo Canto Carrillo.

Quienes ocupaban los edificios de la Gran Nivelación parecen haber interactuado con el resto de la población por medio de numerosas calzadas o sacbeob, y accesos que rompen la continuidad de la muralla.

Fonte:
México, www.inah.gob.mx/ (12/01/2010)

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